
He pensado que escribir es el acto final del diálogo interno que construimos con base a nuestra experiencia, por eso es uno de mis pasatiempos favoritos y, aunque no sé cuán interesante puedan ser mis conversaciones personales, he aceptado compartirlas en este espacio.
Acepto que carezco de memoria a largo plazo, el espacio está reducido y generalmente lo ocupo con recuerdos que parecieran insignificantes, pero ¡ah cómo me hacen recordar hasta los detalles!
Entre mis memorias, me veo de siete años escribiendo unas notas que yo llamaba poesía, claro, aún sin saber qué era la poesía, lo cual es de dar risa. Pero ¡vaya! Se trató de un buen intento o por lo menos era un excelente acto de interés por escribir. Mucha gente que se encuentra en plena senectud siguen sin tener siquiera una pizca de interés por escribir. Así que me reconforta haberle encontrado el gusto desde pequeña.
En los juegos infantiles mi hermana quería ser maestra, el primo Gabriel se debatía siempre entre ser basurero, policía o bombero; la prima Nena quería de todo un poco, y yo ni sabía qué decir, es que si algo tengo es que siempre he sido indecisa.
Y pese a que entre los juegos que más me gustaban jugar eran cantar, bailar y ser la alumna de mi hermana, ésta apostó a que en un futuro yo sería escritora. Aún no sé si ganó esta apuesta pero el juego continúa y presiento que le ganaré.
Eran los festejos del día del maestro y yo cursaba el cuarto grado de primaria. El profesor nos hizo competir entre todos los compañeros de clase para elegir las tres mejores composiciones y que las mismas fueran recitadas en la ceremonia del lunes: honores a la bandera. Aún conservo la mía, ganadora del primer lugar y, por ende, fue recitada frente a todo el alumnado de la escuela primaria Claudio Cortés Castro.
Mi hermana seguía apostando por su predicción. Eso ocurrió a finales del siglo pasado. Qué fuerte me resulta hablar del siglo pasado para referirme a una vivencia mía cuando apenas cuento con veinte años de edad. Pero bueno, tenemos que envejecer y tengo que seguir hurgando en la última década de ese siglo para poder seguir escribiendo. Abro paso aquí a una nueva apuesta con ustedes…
Acepto que carezco de memoria a largo plazo, el espacio está reducido y generalmente lo ocupo con recuerdos que parecieran insignificantes, pero ¡ah cómo me hacen recordar hasta los detalles!
Entre mis memorias, me veo de siete años escribiendo unas notas que yo llamaba poesía, claro, aún sin saber qué era la poesía, lo cual es de dar risa. Pero ¡vaya! Se trató de un buen intento o por lo menos era un excelente acto de interés por escribir. Mucha gente que se encuentra en plena senectud siguen sin tener siquiera una pizca de interés por escribir. Así que me reconforta haberle encontrado el gusto desde pequeña.
En los juegos infantiles mi hermana quería ser maestra, el primo Gabriel se debatía siempre entre ser basurero, policía o bombero; la prima Nena quería de todo un poco, y yo ni sabía qué decir, es que si algo tengo es que siempre he sido indecisa.
Y pese a que entre los juegos que más me gustaban jugar eran cantar, bailar y ser la alumna de mi hermana, ésta apostó a que en un futuro yo sería escritora. Aún no sé si ganó esta apuesta pero el juego continúa y presiento que le ganaré.
Eran los festejos del día del maestro y yo cursaba el cuarto grado de primaria. El profesor nos hizo competir entre todos los compañeros de clase para elegir las tres mejores composiciones y que las mismas fueran recitadas en la ceremonia del lunes: honores a la bandera. Aún conservo la mía, ganadora del primer lugar y, por ende, fue recitada frente a todo el alumnado de la escuela primaria Claudio Cortés Castro.
Mi hermana seguía apostando por su predicción. Eso ocurrió a finales del siglo pasado. Qué fuerte me resulta hablar del siglo pasado para referirme a una vivencia mía cuando apenas cuento con veinte años de edad. Pero bueno, tenemos que envejecer y tengo que seguir hurgando en la última década de ese siglo para poder seguir escribiendo. Abro paso aquí a una nueva apuesta con ustedes…
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